El engaño de las palabras


Cuando el pasado viernes el ministro de Trabajo, Jesús Caldera, daba a conocer los últimos datos del paro registrado en nuestro país se me pusieron los pelos de punta. Subida de hipotecas, crisis financiera, inflación, recesión, mercados internacionales convulsos…y ahora la subida del desempleo. Pero Caldera agitó su varita mágica y pronunció el hechizo: “es coyuntural”. Y entonces caí de un éxtasis relajante al suelo. ¡Haberlo dicho antes! Volvió a latirme el corazón, recobré el color y víctima de la euforia bajé a la calle y me puse a regalar abrazos por doquier(que ahora está muy de moda).
La expresión de Caldera esconde un sesudo análisis de los expertos en comunicación para emplear palabras que dulcifiquen cosas negativas. Es una manipulación de la lengua en toda regla que nos tragamos los mortales, que asimilamos y que finalmente aceptamos. Dicho de otra forma más vulgar pero realmente gráfica: nos la meten doblada y encima sonreímos.
Sobran los ejemplos. Es terrible estar en guerra, comenzarla y apoyarla, pero si es una guerra “preventiva” o “contra el terrorismo” la cosa cambia radicalmente. Siempre he creído que los militares estaban para eso pero ahora son “fuerzas de paz”. Y si en un ataque aéreo coordinado por Rompetechos mueren 38 niños y 22 mujeres no es una cagada de cojones sino “daños colaterales”. Y si la guerra iba a costar 100 gallifantes y finalmente nos cuesta un millón no se debe a que las cuentas las hicieran los hermanos Zipi y Zape sino por “ajustes presupuestarios fruto de la situación internacional” Ah, bueno, pues entonces me parece bien.
Gracias a Caldera ya tengo una palabreja nueva entre mis favoritas. A partir de ahora cuando venga un contribuyente a por sus recibos y no pueda dárselos porque el ordenador está en huelga siempre podré decirle que es un “error informático coyuntural”… y seguro que sonríe.

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