Cuidado con la moto blanca



Es curioso el cabreo del personal cuando se le embarga la cuenta, la nómina o la casa, aunque en otra ocasión profundizaré más en este asunto. La cosa es que esta semana toca la "semana fantástica del embargo" y esto supone que el 70% de los queridos contribuyentes que entran o llaman a nuestras dependencias lo hacen al borde del infarto y ilimitadas ganas de asesinar al primer funcionario que se le cruce en su camino. Como todavía no se han popularizado las armas como en EEUU aún sigo vivo, pero no descarto que en alguna ocasión entre un colega con el cuchillo jamonero o el bidón de gasolina y termine con un poco de suerte escribiendo el blog desde la unidad de quemados del Virgen de la Paz.
La cosa es que esta mañana he atendido a los padres de una "santa" criautura de 17 años que se habían "percatado" que en su cuenta faltaban 1300 euros. "Eso es cosa del ayuntamiento" les dijeron en el banco, que además les facilitó otra fantástica noticia: "pero el embargo es de 2987".
Casi arrancan de cuajo la puerta. Y una vez dentro esperaron unos segundos antes de decidir a qué funcionario crucificar. Me tocó.
Obviaré los improperios de los primeros cinco minutos, en los que no faltó la habitual retaila anti-sistema: "es que no tienen otra cosa mejor que hacer, pero por qué no me han avisado, cómo se les ocurre, me ha dicho un amigo abogado que esto es ilegal, a mi si un juez no me lo dice mi dinero no me lo quita ni Dios, seguro que es un error, usted no sabe con quién está hablando, quién es su jefe, esto es cosa de los socialistas (este detalle cambia dependiendo del gobierno que esté en el poder), le voy a denunciar y se va a cagar", etc. Os aseguro que cualquiera de estas frases las escucho al menos una vez a la semana. Para empezar querían saber por qué le había "robado" los 1300 euros...y entonces apareció su querido hijo, no físicamente sino en el ordenador: en mi pantalla tenía el placer de conocer al Pedrosa de los macarras. ¡Hasta cuatro multas el mismo día! El embargo correspondía a unas 25 multas de los años 2004 y 2005, y eso que se habían anulado otras tantas por errores en el procedimiento. En todas el mismo delito, a horas diferentes y en diferentes ciclomotores: conducir sin casco. Como no podía ser de otra forma en este irresponsable campeón de multas cuando cambió la moto por el coche seguían apareciendo multas, esta vez por no llevar el cinturón y hablar por el móvil a la vez. Todo un figura.
En cuanto sus padres supieron que el embargo era gracias a su hijo la agresividad bajó tres puntos. Lo tenían asumido, aunque lo peor de todo es que por más que intenté razonar con ellos sobre la importancia del casco más alla de las sanciones terminaron defendiendo una y mil veces a la cándida criatura (esto es amor de padres y lo demás es tontería). ¿Y sabéis lo mejor? Al final, según ellos, la culpa de tantas multas era porque la policía le tenía manía al hijo y porque "su moto era blanca y en cuanto la veían todos los pitufos se le echaban encima". Encima me recriminó que los agentes, "sus compañeros funcionarios", deberían dedicarse a cosas más importantes antes que a perseguir a su hijo.

No descarto que el "héroe" del vídeo sea el hijo de estos señores.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bueno...Deberías dedicarte profesionalmente a la literatura de humor, pues es un relato plástico y vivo. Lo triste es que es la pura realidad en el fondo de la anécdota: cuando la Administración actúa ( pese a las zarandajas de la personalidad jurídica pública) lo cierto es que el ciudadano la emprende contra su cara visible: el funcionario. Es más, el común funcionario cuando se enfunda en el papel de ciudadano también focaliza su queja en el burocráta de turno ( "mandado" de la cosa pública). En fin, tu relato me recuerda que en Japón, las empresas tienen un muñeco a la entrada para que los empleados desfoguen su ira a golpes. Quizás no sería mala idea en las oficinas administrativas tener algún muñeco similar.

Anónimo dijo...

Si es que deberíamos exportar nuestro bien más preciado: el merdellón de pro (o de mierda).

Antonia

Mgda dijo...

jajajja... esque tienes un trabajo un poco desagradable.

Terly (Juan José Romero Montesino-Espartero) dijo...

Me he reído mucho con tu relato, es perfecto y si no exactamente igual, yo también lo he vivido.
Mi padre era Recaudador de Contribuciones de un pueblo de Extremadura. Yo le ayudaba de jovencito en la oficina. Era fantástico ver como te llegaban los "clientes" (léase contribuyentes) para pagar algún recibo de Urbana, Rústica de Ganado Porcino, etc. y lo primero que te decían era si no le podías hacer un descuento. Otras veces se quejaban de que el número de cerdos que le cobraban era el doble de los que realmente poseía y si le decías que la declaración estaba hecha por ellos mismos te contestaban con cosas así como:
Es que cuando yo hice la declaración estaba junto a mi el de la finca de al lado y, claro,...no iba yo a declarar menos que él.
Siete años en una Recaudación de Contribuciones...Se podría escribir un libro. Anécdotas todas las que quieras.

Pedro dijo...

¡Que, "bonito"...! ¿De vacaciones...?
Luego os quejáis de que si dicen de vosotros, que si patatín que si patatán...
¡Llevas NUEVE días sin escribir una letra...!
Pero, ¡claro! con esos sueldazos, ¡para qué te vas a molestar...!
¡Hala! a escribir ...
Un abrazo.

Pedro dijo...

Te envío el acénto del primer "Qué"

" ´ ", te ruego lo coloques en su sitio y si ves alguno más que se me haya pasado, lo hagas igualmente.