Solidarios de pacotilla, hipócritas de postín

En los algo más de trece años que llevo en la administración he asistido perplejo a un buen número de ejemplos sobre personas que cumplen escrupulosamente con el título de esta entrada. Si permanecemos atentos a nuestro alrededor sabremos reconocerlos con cierta sutileza. Y desde la atalaya, en parte privilegiada, que es estar junto a un alcalde los ejemplos de mezquindad son más acentuados.
Me refiero a esas personas que en el día a día se dan golpecitos en el pecho ante grandes crisis humanitarias, que se las dan de solidarias, progesistas y con un talante superior incluso al del presidente del gobierno pero que a la hora de la verdad sufren una transformación peor que la de Kafka.
Ejemplos. Esos padres que deciden montar en cólera (primero ante el ayuntamiento y luego ante la delegación de Educación del gobierno regional) porque no quieren que sus hijos estén en el mismo aula que una pequeña cuyos padres padecen el SIDA. Mi colega el comunista de nobles sentimientos, enemigo de Obama y amoroso con Fidel, que tiene el morro de interrogarme durante horas "porque me he enterado que a dos manzanas de mi casa van unas viviendas sociales y quiero saber si debo irme a otro pueblo...el alcalde debería tener cuidado con estas cosas y cuidar a sus vecinos". Sí señor un tio de izquierdas de los buenos.
La gotita que colma el vaso se ha producido esta semana, cuando he tenido que atender a un colectivo vecinal indignado, envenenado, mentirosos y molestos que reclaman una reunión in extremis con el alcalde. El motivo no es otro que la instalación de un comedor social en uno de los locales colindantes a su edificio. Lo curioso de esta historia es que hasta hace unos meses en este mismo lugar había un gran restaurante que destacaba por sus ruidos y sus emisiones de humos por los hornos, las parrillas y alguna que otra denuncia vecinal. La cosa es que cuando estos vecinos de gran corazón me tocan las narices y les pregunto si¿prefieren que en vez de un comedor social el ayuntamiento apruebe la licencia de apertura para otro restaurante como el de antes, sin pestañear respondan "por supuesto".
Este tipo de personas y exigencias tocapelotas son los que me sacan de mis casillas. Me entran ganas de atenderles como el de la foto, hacerles un gran corte de mangas y decirles que el alcalde los recibirá cuando las ranas canten flamenco.