Nada tiene que ver con aquel general condenado a 70 años de cárcel, es decir,
puntualizo, no es un hijo, sobrino ni cuñado del susodicho. Este Galindo, Juan,
entró como la gran mayoría tras haber superado una dura oposición en la que ya
aventuraba la posibilidad de currar en un circo de proporciones épicas. Tanto,
que ha dado para un libro que he regalado en Navidades, Reyes, San Valentín, el
día del Padre y en el incuestionable día de la Felicidad (madre mía la de cosas interesantes que hace Naciones Unidas).
Si a un nórdico le pasamos el libro (por supuesto traducido)
creerá que la imaginación desborda a su autor (el genial Toté), que su
inspiración surgió tras un intenso paseo de reconocimiento por el barrio rojo
de Amsterdam o en un encuentro de fumata blanca con los colegas en las montañas del Rif. Pero no, Toté,
también guarda un oscuro pasado y pese a que no suele reconocerlo con facilidad
ha trabajado durante muchos años en la administración pública. Por lo tanto
conoce sus secretos, sus paños menores y también los mayores. Y es que, al
margen de la versión oficial y de una sinopsis políticamente correcta, os puedo
garantizar que la realidad supera ampliamente a la ficción.
Galindo ha tenido muy mala suerte. Se ha preparado durante
años para ser funcionario. Le ha dedicado esfuerzo, sacrificios y disgustos…y
ha entrado en esa curiosa etapa, la de los últimos dos o tres años, donde
algunos políticos y grupos sociales nos han señalado como los culpables de la
crisis. Esos meses en los que siguiendo un guión establecido por una hoja de
ruta para la que luego se avecinaba, se nos acusó de privilegiados, gorrones, chupópteros, insolidarios y encima
con la sospecha generalizada de tener un trifásico conectado a una central
nuclear para entrar a dedo. En esta etapa consiguió Juan Galindo su plaza. Y al
poco le quitan un 5% de su nómina y lo dejan sin paga extra de Navidad e
incluso le recortan los derechos que durante tantos años estudió al dedillo del
convenio colectivo correspondiente a su ayuntamiento, donde finalmente consiguió
la plaza: en el famoso ayuntamiento de Memo.
Pero si valiente es Juan más aún es su autor, Toté, que en
plena subida del IVA cultural, cuando caen en picado las editoriales y los
soportes electrónicos parecen haber dinamitado al libro en papel…va y saca un libro,
de humor y sobre funcionarios. Un auténtico temerario que en la plenitud de la
vida, es decir cuando el cuero cabelludo se ha quedado sin pelos, decide
encarrilar su vida haciendo lo que le gusta.
Os recomiendo la lectura de “Desmadre en el ayuntamiento”
por muchas razones sin embargo os destaco una destinada a mis amigos y
compañeros funcionarios: si estáis dentro
de la administración y os resulta escándaloso será una buena señal porque
significará que vuestra casa funciona dentro del sentido común y de la
normalidad necesaria. Y si donde estáis también abundan las locuras, el
despiporre y el desmadre…tened la certeza de que siempre puede ser peor.
Disfrutadlo.