Advertencia: la lectura de esta entrada puede herir gravemente la sensibilidad.
Sin rodeos: mi ayuntamiento paga anualmente una comida para que todos los funcionarios tengamos unos momentos de dulce armonía. Una larga tradición que podría remontarse al tiempo de los Reyes Católicos y que han mantenido y consentido sin excepción todos los partidos políticos, incluyendo a los socios temporales e imprescindibles de gobierno con ideologías de izquierdas (aunque también es cierto que estos mismos le dan palmaditas al "demócrata" Fidel cada vez que pueden).
Para delimitar vuestra imaginación debéis multiplicar unos 600 funcionarios por el menú que os plazca...y la cantidad superará los 20.000 euros que salen íntegramente de las arcas municipales.
La cosa es que este año y con la que está cayendo el alcaldé reunió a los sindicatos y les propuso eliminar "temporalmente" la comida para destinar la cantidad a alguna ONG local o a familias necesitadas. Se barajó incluso una alternativa híbrida como la de cobrar el cubierto con una cantidad simbólica para hacer lo mismo: repartir el dinero entre quienes peor lo están pasando. Por razones que no puedo confesar (recordad que en mi sueldo multimillonario hay una claúsula de confidencialidad) la propuesta no ha prosperado y ayer se consumó nuestro almuerzo.
La política entra en juego y todo se complica. Quienes en los últimos días han propagado rumores para boicotear la comida tachándola de escandalosa con la boca pequeña (para no cabrear a los funcionarios) apoyaron hace casi dos años un suculento aperitivo de canapes y vinos con la llegada de la nueva corporación municipal (eso sí sólo para los funcionarios que trabajaban en el edificio principal) con un desembolso de miles de euros.
Puede ser escandaloso que en todos estos años a ningún gestor municipal, a ningún partido de la oposición y a ningún sindicato se la haya ocurrido promover el fin de la tradición, pero también es cierto que entre los funcionarios no ha existido clamor popular alguno que respalde su final.
Ahora, os recuerdo una vez más la advertencia del inicio y os confieso que en una deliciosa y divertida velada brindé a vuestra salud. Lo siento.